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El Rol de la Conciencia

Padre Matthew Habiger, OSB PhD

1) ¿Que es nuestra conciencia?

“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena en su corazón en el momento apropiado, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre lleva en su corazón una ley escrita por Dios, en cuya obediencia se encuentra la dignidad humana y por la cual será juzgado individualmente.”(GS 16) [1]

"La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto.” (CIC 1778) [2]

"La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La conciencia moral comprende 1) la percepción de los principios de la moral ['sindéresis'], 2) su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y 3) en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. (CIC 1780) [3]

"El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar personalmente las decisiones morales. 'No debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa'." (CIC 1782) [4]

2) La Formación de la conciencia

Ahora, se trata de la configuración, educación y la formación de la conciencia. La formación de la conciencia consta sin fin de una conversión a lo que es bueno y a lo que es verdadero. [5] Recordemos los tres elementos de la conciencia. Primero, nos hace falta aprender los principios morales básicos que se conocen por medio de la ley natural y moral, por medio de la revelación divina y por medio de las enseñanzas del Magisterio. Así, se puede sacar gran provecho de La parte III del CIC. Segundo, nos hace falta aprender a razonar moralmente y aprender a aplicar los principios morales a las diferentes situaciones en la vida. Nos hace falta aprender porque un principio moral bueno es objetivo y consistente con una aplicación universal. Nos damos cuenta como se aplican aún en los “casos difíciles.” Tercero, cuando se hacen juicios morales con respecto a un acto humano particular, debemos usar buena razonamiento en conformidad con la verdad y en busca del bien. Los tres elementos de la conciencia requieren la educación, el entrenamiento, la práctica y la experiencia.

Muchas veces no sabemos que es bueno para nosotros. El ambiente pecaminoso y nuestra propia naturaleza que están inclinados más al pecado que a la virtud, nos inclinan a rechazar las enseñanzas con autoridad y a preferir nuestro propio juicio. La formación de la conciencia nos ayuda a ver el contraste entre nuestra cultura y nuestra fe. La fe debe influir a la cultura y no viceversa. (CIC 1793) [6]

La educación de la conciencia es una obra que dura toda la vida. No se termina después de la Confirmación, ni aún después de la graduación de un colegio católico. La vida nos lleva a diferentes etapas, todas las cuales son más complejas y ricas en el misterio de la vida. Llegan nuevos problemas que exigen aplicaciones mas profundas y mejores de los principios morales. Las exhortaciones que vienen de los apóstoles y de las encíclicas papales frecuentemente están dirigidas a la moral de nuevos problemas, por ejemplo la Humane Vitae, la Familiaris Consortio, la Evangelium Vitae y la Veritatis Splendor. Fueron escritas para todo el mundo, no solo para el clero.

La educación de la conciencia también enfatiza la función de las virtudes y los vicios opuestos. Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones de la inteligencia que dirigen regularmente nuestros acciones, calman nuestras pasiones y guían lo que hagamos según el razonamiento y la fe. Hacen posible y facilitan, el dominio sobre uno mismo y la alegría en llevar una vida recta. Hombre virtuoso es aquel que libremente practica el bien. Los vicios humanos resurgen cuando falta la virtud. Los siete pecados capitales nos muestran ampliamente nuestra fragilidad humana. (CIC 1783) [7]

Hay aún mas, elementos en la formación de la conciencia. La Palabra de Dios es el centro. Dios revela Su plan para el universo humano por medio de las Santas Escrituras. Debemos profundizar en los Evangelios y permitir que nos ayuden a dirigir nuestros actos y nuestras decisiones. Debemos pensar como Cristo, aprecia la belleza de la bondad y dar honor al esplendor de la verdad. Jesús es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). La Cruz es otro elemento de la formación. La única manera de derrotar el pecado en nuestra vida es por medio de la cruz, el instrumento de nuestra redención. Tenemos que aceptar nuestra parte del sufrimiento de redención y nuestra parte de la obra de nuestra salvación. La vida moral y la vida Cristiana exigen abnegación, autodisciplina y el ejercicio moral. , Otros elementos son los dones del Espíritu Santo y el testimonio y consejo de guías morales confiables.

En el documento del Vaticano sobre la libertad religiosa, la Iglesia enseña: “Por su parte, los fieles en la formación de su conciencia deben prestar diligente atención a la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia. Por la voluntad de Cristo la Iglesia católica es maestra de la verdad, y su misión consiste en anunciar y enseñar auténticamente la verdad que es Cristo, y al mismo tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden que fluyen de la misma naturaleza humana (DH14)” (CIC 1785) [8]

3) El Matrimonio Cristiano

El Señor tiene un plan para el matrimonio. Es un plan muy bueno. Nuestra obligación profética y de enseñanza es enseñar el plan de Dios a la gente.

Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable… Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana.” (GS 48a) [9]

“Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio. 

Dicha ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo protege e impulsa a la perfección genuinamente humana del mismo.” (GS 50a) [10]

“Pero el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación, sino que la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente.” (GS 50b) [11]

“Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo, recuerda que no puede hacer contradicción verdadera entre las leyes divinas de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor conyugal.” (GS 51b) [12]

“Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal.

No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina reprueba sobre la regulación de la natalidad.” (GS 51b) [13]

Desde la publicación de la Gaudium et Spes (1965) y de la Humanae Vitae (1968) se ha escrito mucho y muy bien sobre los temas de 1) Donación de uno mismo (La Ley del Don) 2) la comunión de las personas 3) la teología del cuerpo y 4) Personalismo Cristiano. Estos proveen fuentes de riqueza para beneficio de los sacerdotes cuando buscan por métodos mejores y más profundas para explicar la belleza del plan de Dios para el amor conyugal de los esposos.

4) Humanae Vitae

La Humanae Vitae se nos presenta con el plan de Dios por el amor, la vida, el matrimonio y la familia. ¿ Están la contracepción, la esterilización y el aborto en lo correcto o en lo equivocado? ¿Si es malo, porque es malo? ¿Si es seriamente malo o intrínsicamente malo, pues porque? Se trata en este caso de una ley moral absoluta, para la cual no hay excepciones.

“Hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.

Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer 15; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.” (HV 14) [14] (FC 32) [15]

5) La declaración de Winnepeg

Comparemos las palabras de la Humanae Vitae con las palabras de los obispos Canadienses en su declaración de Winnipeg en el 27 de Septiembre, 1968.

“26. Los consejeros pueden encontrar gente que acepta la enseñanza del Santo Padre pero a causa de circunstancias particulares, se encuentran en lo que parece ser un conflicto de responsabilidades, por ejemplo, la reconciliación del amor conyugal y la paternidad responsable con la educación de los ya nacidos o con la salud de la madre. De acuerdo con el principio aceptado de la teología moral, si estas personas han tratado sinceramente, pero sin éxito, seguir una línea de conducto de acuerdo con las Instrucciones dadas, ellos deberán estar seguros que, quien verdaderamente escoge el camino que parece recto lo hace con buena conciencia.

La Iglesia enseña que la prohibición de la contracepción es moral absoluta. Los obispos Canadienses, en cambio, dicen que hay circunstancias en las cuales la gente puede usar los anticonceptivos. Es precisamente como si dijeran que “Los católicos Canadienses, en algunas circunstancias, pueden cometer la fornicación, el adulterio o la sodomía.

“Parece correcto…” Tenemos que buscar la verdad. No determinamos por nosotros mismos si la contracepción, la esterilización, los actos de homosexualidad, de la fornicación o del adulterio son correctos o equivocados. Solo Dios determina los principios morales. Donde hay enseñanzas claras de la Iglesia debemos aceptar esas enseñanzas e instruir nuestra conciencia con esa enseñanza. Solo en las regiones, quizás medio obscuras en las que la Iglesia no toma posiciones claras, deberemos verdaderamente escoger el camino que nos parece más recto, haciéndolo en la mejor manera posible.

Al leer el párrafo #26, cualquier persona puede decidir por si mismo la moralidad de un acto, y entonces actuar con una buena conciencia. No se trata de seguir una conciencia bien instruida. Se trata de decidir por mi cuenta y decirle a la conciencia que acepte mí decisión. Esto es lo que hicieron Adán y Eva. Pero, la conciencia nunca es maestra; es siempre discípula.

Una conciencia errónea es una conciencia errónea. No es una conciencia recta. No hay equivalencia moral entre las dos. No hay equivalencia moral entre la verdad y el error, ni entre lo bueno y lo malo. Una conciencia intencionalmente errónea, donde la ignorancia no es invencible, está equivocada y es culpable de manera objetiva.

Si una persona se trata de guardar un principio moral, o una norma moral, pero falla a causa de la debilidad humana, podemos alabar sus esfuerzos humanos. Pero no podemos alabar su falla o su ofensa contra el principio moral. El homicidio es malo siempre. La fornicación es mala siempre. Los actos homosexuales son malos siempre. La contracepción es mala siempre.

No se ayuda a una persona tratando de cambiar los principios morales. En vez de bajar el nivel de los principios morales, deberemos animar a otros y a nosotros mismos a llegar al nivel mas alto. Los principios morales son buenos para nosotros; no nos hacen daño.. El ejercicio físico puede ser doloroso y fastidioso, pero es objetivamente bueno para nosotros. De igual manera, todos los principios morales son buenos para nosotros. Son problemáticos y de vez en cuado muy difíciles, pero siempre buenos.

6) La declaración a seguir sobre la conciencia por los Obispos Canadienses

En el 12 de diciembre, 1973 la Conferencia Católica Canadiense expidió su “declaración sobre la formación de la conciencia.” Dieron clarificaciones y en efecto, pusieron distancia entre ellos mismos y la declaración de Winnipeg. Sin embargo, no han formalmente rechazado la Declaración de Winnipeg. Unos pocos trozos del documento de 1973 indican como se alejan mas de su documento de 1968.

En la sección #8 hay un reconocimiento de Dios como dador de la ley. “Para que cualquiera acepte la idea de la conciencia, como la presentamos, tiene que empezar por acordarse que el hombre no es el señor del universo y que el hombre está sujeto a un dador de la ley el quien es más grande. En una palabra, debemos comenzar con la base primera de cualquier vida moral…la aceptación del Creador.

El documento lista tres tipos de conciencia: 1) una conciencia demasiado satisfecha de sí misma, o floja para buscar las razones que forman la base de los principios morales. 2) una conciencia demasiado dinámica o revolucionaria 3) una conciencia Cristiana. Se define la conciencia demasiada dinámica como representada por la persona que esta totalmente equivocada con la idea de que al final todo el mundo debe ser el juez antes el Creador de sus acciones y que deberá tomar la ultima decisión, por sí misma. Las personas en esta categoría han cambiado la llamada de una decisión inteligente y la han convertido en la destrucción de la ley, incluso las estructuras objetivas y han llegado a la conclusión que nadie le puede decir que deben hacer, ni siquiera la Iglesia. Es raro que se diga de esta manera pero es a donde necesariamente lleva este subjetivismo exagerado (#21).

La conciencia ideal cristiana nos guía a tener una actitud responsable con respecto a cualquier persona, con respecto a Jesús, con respecto a la comunidad o la Iglesia. Cada persona que cae en esta categoría siente la responsabilidad de buscar progresivamente y esforzarse a vivir una vida ideal conforme al pensar de Cristo (#22).

Con respecto al Magisterio, ‘al seguir la conciencia de sí mismo’ y mantenerse católico, uno debe tomar en cuenta primero y ante todo, la enseñanza del Magisterio. Cuado se duda a causa de un conflicto entre “lo que yo veo” y lo que ve el Magisterio, se presume que la verdad queda con el Magisterio. “Los Obispos, cuando enseñan en comunión al Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión de espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo.

Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aún cuando no hable ex cathedra”; (LG 25) [16] Y con cuidado se debe distinguir esto de la enseñanza de un teólogo individual o de un sacerdote individual aunque esto sea muy inteligente o convincente (#41).

Fuente: declaración sobre la “FORMATION OF CONSCIENCE,” expedido por los obispos Canadienses (Daughters of St. Paul: 1974).

7) Dios decide sobre el bien y el mal (Veritatis Splendor)

Se reconoce que la libertad humana es de vital importancia para la dignidad y los actos humanos. Pero hay limites a la libertad y estos se fijan por medio de la verdad. La Veritatis Splendor [17] explica ciertas interpretaciones de la relación entre la libertad y la ley moral, la naturaleza humana y la conciencia. En la sección “La libertad y la ley” encontremos la enseñanza de que solo Dios decide sobre el bien y el mal. “Leemos en el libro del Génesis: «Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio"» (Gn 2, 16-17).

“Con esta imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es ciertamente libre, desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer «de cualquier árbol del jardín. Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el árbol de la ciencia del bien y del mal, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios, el único que es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos.” (VS 35) [18]

“En realidad, la verdadera comprensión y la genuina compasión deben significar amor a la persona, a su verdadero bien, a su libertad auténtica. Y esto no se da, ciertamente, escondiendo o debilitando la verdad moral, sino proponiéndola con su profundo significado de irradiación de la sabiduría eterna de Dios, recibida por medio de Cristo, y del servicio al hombre, al crecimiento de su libertad y a la búsqueda de su felicidad. (cf. FC 33-4) [19] ” (VS 95b) [20]

8) Dios da la ley moral a la Iglesia

Jesucristo edificó su Iglesia para continuar Su obra. “La Iglesia es en Cristo como un sacramento (señal o instrumento) de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano.” (LG 1) [21] La Iglesia es madre y maestra.

“Como maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que debe guiar la transmisión responsable de la vida. De tal norma la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección.” (FC 33a) [22]

“Como madre, la Iglesia se hace cercana a muchas parejas de esposos que se encuentran en dificultad sobre este importante punto de la vida moral; conoce bien su situación, a menudo muy ardua y a veces verdaderamente atormentada por dificultades de todos tipos, no sólo individuales, sino también sociales; sabe que muchos esposos encuentran dificultades no sólo para la realización concreta, sino también para la misma comprensión de los valores inherentes a la norma moral.” (FC 33b) [23]

“Pero la misma y única Iglesia es a la vez maestra y madre. Por esto, la Iglesia no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las eventuales dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer jamás la verdad. En efecto, está convencida de que no puede hacer verdadera contradicción entre la ley divina de la transmisión de la vida y la de favorecer el auténtico amor conyugal. (GS 51) [24] Por esto, la pedagogía concreta de la Iglesia debe estar siempre unida y nunca separada de su doctrina. Repito, por tanto, con la misma persuasión de mi predecesor: "No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacía las almas (HV 29) [25] ” (FC 33c) [26] .

9) La Iglesia como Institución Divina y el Santo Padre como Vicario de Cristo

Miramos a la Iglesia como maestra y guía moral. La Iglesia fue establecida por Cristo para hablar (evangelizar) y para enseñar (principios morales) en Su nombre. La Iglesia debe enseñar los pensamientos y enseñanzas de Cristo. No las puede cambiar ni esconder.

El Padre Eterno le entregó la autoridad de enseñar. (Escriba Mt 28:18)

La Iglesia enseña con autoridad cuando define la doctrina de la fe y de las costumbres. La fe consiste en los doce artículos del credo y cosas relativas (La parte 1 del CIC). Las costumbres (morales) consisten en los diez mandamientos y asuntos relacionados (La parte 3 del CIC). La fe pertenece a lo que creemos. Las costumbres pertenecen a lo que escogemos y hacemos.

La autoridad de enseñar está conferida más especialmente en Pedro y sus sucesores. (Escribe Mt 16:18-19; Lucas 10:16) El Romano Pontífice no hace actos ni enseña por su propia autoridad sino por la de Cristo. El Romano Pontífice no crea la ley moral; Solo Cristo puede crearla. El Romano Pontífice no aumenta ni quita nada de la ley moral. Solamente se puede enseñar lo que él sabe es verdad, como se le enseña y revela por medio del Espíritu Santo.

El Magisterio ordinario y extraordinario es una gran bendición para nosotros. Por medio de él, sabemos que informamos nuestras conciencias con principios morales rectos. Podemos pensar en la mente de Cristo. Podemos reconocer lo que sea bueno y hacerlo. Podemos reconocer lo que sea malo y resistirlo.

10) La obligación pastoral de proclamar la verdad

“Vuestra primera incumbencia -en especial la de aquellos que enseñan la teología moral- es exponer sin ambigüedades la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Sed los primeros en dar ejemplo de obsequio leal, interna y externamente, al Magisterio de la Iglesia, en el ejercicio de vuestro ministerio. Tal obsequio, bien lo sabéis, es obligatorio no sólo por las razones aducidas, sino sobre todo por razón de la luz del Espíritu Santo, de la cual están particularmente asistidos los Pastores de la Iglesia para ilustrar la verdad 39. Conocéis también la suma importancia que tiene para la paz de las conciencias y para la unidad del pueblo cristiano, que en el campo de la moral y del dogma se atengan todos al Magisterio de la Iglesia y hablen del mismo modo. Por esto renovamos con todo Nuestro ánimo el angustioso llamamiento del Apóstol Pablo: "Os ruego, hermanos, por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente, y no haya entre vosotros cismas, antes seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir (1 Cor 1:10)” (HV 28a) [27]

“No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacía las almas… Que en medio de sus dificultades encuentren siempre los cónyuges en las palabras y en el corazón del sacerdote el eco de la voz y del amor del Redentor.” (HV 29a) [28]

“Hablad además con confianza, amados hijos, seguros de que el Espíritu de Dios que asiste al Magisterio en el proponer la doctrina, ilumina internamente los corazones de los fieles, invitándolos a prestar su asentimiento. Enseñad a los esposos el camino necesario de la oración, preparadlos a que acudan con frecuencia y con fe a los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, sin que se dejen nunca desalentar por su debilidad.” (HV 29) [29]

11) Directivos del Romano Pontífice a hacer mas

En el 2 de octubre, 1999, Juan Pablo II se dirigió a los obispos norteamericanos de California, Nevada y Hawai, quienes hacían su visita “ad limina” a Roma. Les alentó con estas palabras: “Como obispos, juntos con sus sacerdotes, diáconos, seminaristas y otra personal pastoral, deberán encontrar las palabras apropiadas y las imágenes correctas para presentar las enseñanzas de la Humanae Vitae en una manera amplia y convencedora.”

El contexto de esta proclamación es el siguiente: “La enseñanza procreativa de la Iglesia se darán a los esposos en una manera completa.”

“Llegamos al final del siglo el cual comenzó con la confianza de que el género humano podría alcanzar un progreso casi sin limite, pero el cual está terminando con un temor casi universal y un ambiente de confusión moral. Si queremos una primavera del espíritu humano, tenemos que descubrir los fundamentos de la esperanza. Sobre todo, la sociedad debe aprender a abrazar una vez más el don maravilloso de la vida, acariciarlo, abrigarlo y defenderlo contra la cultura de la muerte, la cual es así misma una expresión del gran temor que amanezca a nuestra época. Como obispos, una de sus tareas más nobles es mantenerse firmemente al lado de la vida, dando ánimo a los que la defienden y construyendo con ellos una cultura de vida autentica.

El concilio Vaticano conocía bien los esfuerzos que continúan cambiando la sociedad de hoy cuando hablaba claramente y sin rodeos sobre una defensa de la vida humana con respecto a las muchas amenazas contra ella (cf. GS 27). [30] El concilio también hizo una contribución de gran importancia a la cultura de vida por medio de su elocuente exposición del sentido completo del amor conyugal (cf. GS 48-51). [31] Siguiendo lo que el concilio comenzó, y exponiendo su enseñanza, el Papa Paulo VI escribió la Humanae Vitae, una encíclica muy profética en la cual se dirigió a las implicaciones morales del poder de procrear con el Creador Supremo en traer nueva vida al mundo. El Creador nos hizo, hombre y mujer, para complementarse en amor y esta unión es nada menos que una participación en el poder creativo del Dios mismo. El amor conyugal sirve a la vida no solamente porque da nueva vida, sino también porque, comprendido correctamente como la entrega completa de los esposos asimismo, da forma al ambiente cariñoso en lo cual la nueva vida esté aceptada con gozo como un don de valor incomparable.

Treinta y dos años después de la Humanae Vitae, vemos que ideas equivocadas sobre la independencia moral del individuo siguen infligiendo heridas sobre las conciencias de mucha gente y sobre la vida del pueblo. Pablo VI señaló las consecuencias en separar el significado unitivo del significado procreativo con respeto al amor conyugal: una disciplina moral que se debilita gradualmente; una sexualidad que se hace trivial; el menosprecio de la mujer; infidelidad conyugal, que sucede frecuentemente en la familia destruida; programas dirigidos por el estado que tratan de controlar la población por medio de la contracepción y esterilización esforzada (HV 17); [32] la introducción del aborto y la eutanasia legal; un aumento sin fin de la fecundación in vitro, y varias formas de manipulación genética y experimentos embrionarios que están apoyados en la ley y en la política, así como en la cultura contemporánea, con la idea del dominio supremo sobre el cuerpo y la vida de uno mismo.

“La enseñanza de la Humanae Vitae da honor al amor conyugal, promueve la dignidad de la mujer y ayuda a los esposos a aumentar la comprensión de su camino particular hacía la santidad. Es también, una respuesta a la tentación de la sociedad contemporánea de reducir la vida a un objeto. Como obispos, junto con sus sacerdotes, diáconos, seminaristas y otra personal pastoral, deberán encontrar las palabras apropiadas y las imágenes correctas para presentar las enseñanzas de la Humanae Vitae en una manera amplia y convencedora. Los cursos que preparan a los novios para el matrimonio deberán incluir una presentación integra y completa sobre la enseñanza de la Iglesia de la procreación responsable y deberán explicar los métodos naturales de regulación de la natalidad cuya rectitud esta basada sobre el respeto del verdadero significado de la intimidad sexualidad. Los esposos que han abrazado las enseñanzas del Papa Paulo VI han descubierto que es verdaderamente una fuente de gozo y unión profunda, alimentada por su comprensión y respeto mutuo; Se deberá invitar a los esposos a dar testimonio de sus experiencias con los novios que están tomando los cursos para la preparación del matrimonio.”

[1] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 16.

[2] Catechesis de la Iglesia Católica, Parte 3, Articulo 6, La consciencia moral, parrafo 1778.

[3] Catechesis de la Iglesia Católica, Parte 3, Articulo 6, La conciencia moral, parrafo 1780.

[4] Catechesis de la Iglesia Católica, Parte 3, Articulo 6, La conciencia moral, parrafo 1782.

[5] La encíclica Veritatis Splendor, Juan Pablo II, Roma, 6 de agosto, 1993, 63b.

[6] Catechesis de la Iglesia Católica, Parte 3, Articulo 6, La consciencia moral, parrafo 1793.

[7] Catechesis de la Iglesia Católica, Parte 3, Articulo 6, La consciencia moral, parrafo 1783.

[8] DH14 Catechesis de la Iglesia Catolica, Parte 3, Articulo 6, La consciencia moral, parrafo 1785.

[9] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 48a.

[10] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 50a.

[11] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 50b.

[12] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 51b.

[13] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 51b.

[14] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 14.

[15] La encíclica Familiaris Consortio, Juan Pablo II, Roma el 22 de noviembre, 1981, 32.

[16] Concilio Vatica II, Constitución dogmatica sobre la Iglesia, Lumen Gentium, Roma el 21 de noviembre, 1964, 25.

[17] La encíclica Veritatis Splendor, Juan Pablo II, Roma el 6 de agosto, 1993.

[18] La encíclica Veritatis Splendor, Juan Pablo II, Roma el 6 de agosto, 1993, 35.

[19] La encíclica Familiaris Consortio, Juan Pablo II, Roma el 22 de noviembre, 1981.

[20] La encíclica Veritatis Splendor, Juan Pablo II, Roma el 6 de agosto, 1993, 95b.

[21] Concilio Vatica II, Constitución dogmatica sobre la Iglesia, Lumen Gentium, Roma el 21 de noviembre, 1964, 1.

[22] La encíclica Familiaris Consortio, Juan Pablo II, Roma el 22 de noviembre, 1981, 33a.

[23] La encíclica Familiaris Consortio, Juan Pablo II, Roma el 22 de noviembre, 1981, 33b.

[24] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 51.

[25] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 29.

[26] La encíclica Familiaris Consortio, Juan Pablo II, Roma el 22 de noviembre, 1981, 33c.

[27] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 28a.

[28] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 29a.

[29] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 29.

[30] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 27.

[31] Concilio Vaticano II, Constitution Pastoral Sobre La Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et Spes, 48-51.

[32] La encíclica Humanae Vitae, Pablo VI, Roma el 25 de julio, 1968, 17.

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